En memoria de una música…
A continuación, un escrito sobre una experiencia teatral.
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En plena vista del cerro, nos encontrábamos admirando los caminos por la ventanilla de un camión. No sabíamos a donde íbamos a llegar, ni por qué exactamente, pero nos habían prometido una experiencia inolvidable. Transcurridas unas horas, por fin nos hallábamos al pie de un gran portón. Con la vista de los campos a la mano izquierda y los bosques a la derecha. Nos reciben Arturo y Santiago, ahora de nombres “Tiasi” y “Rajún”. Desde ese momento, nos dimos cuenta de que durante esos 10 días, no íbamos a ser nosotros mismos. La experiencia de Beleriand se basa en una historia que nace en las mentes de los facilitadores, y cada uno de los integrantes debe crear un personaje en el que pueda estar sumergido por los próximo
s 10 días. Surgieron historias fascinantes como la de Ladeki, Rajun, Don Pepe y los globos, o Mango. La vivencia pura de los campistas está en poder abrir su sensibilidad a lo que estos lugares místicos puedan ofrecer.
Y así sucedió. Con una variedad de juegos y actividades, unas cenas y comidas deliciosas, y unos espacios con grandes historias, procedimos a escribir y vivir el memorable cuento de Beleriand. Al final, esto se trataba de vivir lo que es la experiencia del teatro, crear una cosmovisión desde perspectivas asombrosas y plasmarlo en una puesta en escena.
Mi historia la desarrollé en base a la creación de un lenguaje matemático, el dios “Suma”. Era una función de ondas superpuestas que representaban la duda y el descubrimiento. Es un relato que plasmé en un cuaderno que nosotros mismos fuimos guiados para fabricar. Con hojas gruesas color crema y portadas decoradas, las hojas blancas pasaron a ser relatos de buenas memorias.
Y claro, compartiendo mi experiencia personal, el campamento no hubiera sido lo mismo sin la música que tocábamos todas las noches. En específico, el hang drum que usaba cada que podía para ambientar una obra o sumergirme en mi pensamiento, siempre absorto en la belleza, cuando me sentaba en la casa del árbol a admirar las montañas y volcanes.
Fin